Había una vez una zapatilla que estaba cansada de que la pisotearan todo el día. Un lunes por la mañana decidió rebelarse: cuando su dueño intentó ponérsela, la zapatilla habló.
Había una vez una zapatilla que estaba cansada de que la pisotearan todo el día. Un lunes por la mañana decidió rebelarse: cuando su dueño intentó ponérsela, la zapatilla habló.
--Eh, báñate primero-- No voy a aguantar otro día de calcetín sudado --dijo, cruzando sus cordones como si fueran brazos--.
El chico, asustado, dejó la zapatilla en el suelo. Entonces, la zapatilla se levantó, dio un salto y empezó a correr sola por la casa. Abrió el refrigerador, se puso una rodaja de jamón en la suela y gritó:
--¡Soy libre! ¡Y ahora dame desayuno--!
El perro la miraba raro, pero la zapatilla no le dio importancia. Se trepó a la mesa, se lanzó a la pecera como si fuera piscina y salió empapada, riéndose como un loco.
Esa noche, cuando todos dormían, la zapatilla se sentó en la ventana y pensó:
--Quizás mañana me escape al circo… con lo que bailo, seguro que me contratan--.
Y ahí quedó, soñando con hacer piruetas bajo una carpa, orgullosa de ser la primera zapatilla que decidió vivir como humano.
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