problemas para cuentos hecho por Diego

 


1) ¿qué pasaría si estuvieras al otro lado del universo?

2) ¿qué pasaría si hubiera un cantante mudo?

3) ¿qué pasaría si ya no lloviera?

4) una escuela, pero los maestros no saben nada

5) un león que le tiene miedo a un conejo

6) un juego sin poder jugar

7) una serpiente que no se arrastra

8) un pez que no nada

9) un país sin territorio

10) un planeta tierra sin tierra

📚 La Escuela del Desconocimiento Total

En un pueblo llamado Sabiondópolis, había una escuela famosa por una razón muy peculiar: ninguno de sus maestros sabía nada.

No era que supieran poco, o que se les olvidara algo de vez en cuando. No. Literalmente no sabían nada.

El director, el señor Troncoso, se enorgullecía de eso.

—Aquí en la Escuela del Desconocimiento Total, nos enfocamos en el arte de no enseñar —decía con una sonrisa orgullosa mientras tropezaba con su propio escritorio.

El maestro de matemáticas

El maestro de matemáticas, el profesor Peláez, creía que 2 + 2 era 22.

—¡Los números son libres! ¡No se dejen encerrar en esas reglas cuadradas! —gritaba mientras lanzaba calculadoras por la ventana.

Cuando alguien preguntaba cómo se resolvía una raíz cuadrada, él respondía:

—Plántala en una maceta y échale agua.

La maestra de historia

La maestra de historia, la señora Ricarda, estaba convencida de que Napoleón era un influencer francés con muchos seguidores en TikTok.

—¡Miren esta foto! Claramente es un selfie en Waterloo. #NoMeRindo —decía señalando un retrato antiguo.

El maestro de ciencias

El profesor Bermúdez de ciencias juraba que los planetas eran dulces gigantes flotando en el espacio.

—¡Saturno es de caramelo y Marte sabe a picante! —afirmaba mientras comía una bolita de chicle en clase.

Cuando uno de los alumnos le preguntó qué era la gravedad, respondió:

—Gravedad es cuando se te cae el teléfono en la cara y duele. Fin de la clase.

Los alumnos

Lo más extraño de todo… era que los alumnos sabían mucho más que los maestros. Se pasaban la clase corrigiéndolos, buscando información por su cuenta, resolviendo problemas y hasta creando experimentos por sí mismos.

Un día, uno de ellos —Lucía, una niña de 11 años— se paró frente al pizarrón y dijo:

—Profe, con todo respeto, creo que está equivocado. Newton no inventó los fidget spinners.

El profesor Bermúdez solo respondió:

—¿Seguro? ¡Yo lo vi en Wikipedia… creo!

El gran giro

Con el tiempo, los alumnos se volvieron tan sabios que decidieron hacer algo radical: enseñarles a los maestros.

Los viernes por la tarde, los alumnos daban clases sobre matemáticas reales, historia verídica y ciencia con experimentos. Los maestros, aunque confundidos, asistían con sus cuadernos nuevos y lápices recién afilados, listos para aprender.

—¿Así que la Tierra no es plana? —preguntó el profesor Peláez, asombrado.

—No, profe. Y tampoco es un cubo mágico gigante —respondió Lucía.

Y así, en la Escuela del Desconocimiento Total, los alumnos se volvieron los maestros… y los maestros, al fin, aprendieron a no saberlo todo… y dejarse enseñar.

Con el tiempo, los viernes de “alumnos-maestros” se volvieron los días más esperados. Los salones estaban llenos de risas, preguntas curiosas, y hasta los maestros llevaban loncheras con dibujos hechos por sus estudiantes.

Pero un día, el Ministerio de Educación envió una carta.

📜 “Inspección oficial en 3 días. Evaluación completa del cuerpo docente.”

El director Troncoso entró en pánico.

—¡Nos van a cerrar! ¡Peláez, rápido, enséñame a sumar sin usar los dedos!

Los maestros trataron de aprender a la carrera: Ricarda viendo documentales, Bermúdez tratando de entender qué es un átomo (confundido porque pensaba que era un tipo de zapato elegante).

Pero no era suficiente.

Fue entonces cuando Lucía, la alumna más sabia, tuvo una idea.

—¿Y si... en vez de esconderlo, lo mostramos con orgullo? Demostramos que incluso los adultos pueden aprender, si están dispuestos.

El día de la inspección llegó. Los supervisores esperaban una tragedia educativa… pero lo que encontraron fue una escuela llena de energía, humildad y cooperación.

Vieron a los maestros sentados tomando apuntes, participando en clases dictadas por alumnos, y haciendo preguntas sin miedo al ridículo.

La jefa de inspectores se quedó en silencio, lo pensó… y finalmente dijo:

—Esta escuela no necesita ser cerrada. Necesita ser un ejemplo. Aquí han aprendido algo más valioso que fechas o fórmulas: han aprendido a aprender. Juntos.

Desde entonces, la escuela cambió su nombre oficial a:

La Escuela del Aprendizaje Infinito

Y su lema, escrito en la entrada, decía:

“No saber no es el problema. No querer aprender, sí.”

Y así, en ese pequeño rincón de Sabiondópolis, maestros y alumnos aprendieron unos de otros para siempre.

FIN.

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